CAPÍTULO 40: ANIMALES EN ESTADO SALVAJE

Parpadeo. Una vez. Dos veces.

Mi voz sale ronca y temblorosa cuando hablo.

—¿Qué acabas de decir?

Peter se inclina hacia adelante y toma mis manos entre las suyas. Lo dejo, y están flácidas en su agarre.

—Estoy desesperadamente, irrevocablemente enamor— No puede terminar la frase y estalla en ca...

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