Capítulo 1 Las fotografías de desnudos
—¿Dónde estoy?
Alison Fairchild sintió un dolor punzante en la cabeza mientras presionaba sus dedos contra las sienes, parpadeando lentamente al despertar. La habitación le resultaba completamente desconocida. Nada coincidía con su memoria, y el pánico se apoderó de su pecho.
Se sentó, y vio una foto colocada en el centro de la cama.
Alison se quedó congelada.
La mujer en la foto... era ella.
La confusión y el terror se mezclaron cuando se dio cuenta de que la imagen la mostraba completamente desnuda, cada detalle íntimo expuesto.
Esto no puede ser real, se dijo. Esa no soy yo.
Nunca había posado para algo así. Ni siquiera su novio, Colton Mills, la había visto desnuda.
No podía aceptar lo que estaba viendo.
La mujer en la foto tenía un pequeño lunar carmesí en la esquina de su labio—su lunar. Era inconfundible.
Algo había sucedido anoche. Alison trató de recordar, pero su memoria estaba borrosa.
Recordaba que Colton la había llevado a un club nocturno para una audición de canto.
¿Colton?
¿Por qué estaba aquí sola?
A través de la neblina de la memoria, lentamente recordó—Colton había ido al baño, dejándola esperando sola, nerviosa por la audición.
Sí—el agua. Había bebido un vaso mientras esperaba. Ahí es cuando debió haber comenzado.
Después de eso... nada.
Su mochila estaba en la cama con su ropa ordenada cuidadosamente junto a la cama.
Una mirada a la foto lo confirmó—todo había sido preparado.
¿Quién la había tomado? ¿Por qué desnudarla y fotografiarla así? ¿Y qué más le habían hecho?
Revisó su cuerpo—la inundó el alivio. No había heridas visibles.
Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que la foto no era el final.
Volteando la foto, una línea decía “Enciende la computadora. Revisa tu correo electrónico.”
Una laptop nueva y elegante estaba en el escritorio. La encendió, luego revisó su bolsa—nada faltaba. Sin embargo, su teléfono estaba apagado. ¿Por qué?
Cuando lo encendió, fue bombardeada instantáneamente con llamadas perdidas.
Todas de Colton.
Su bandeja de entrada reveló una pesadilla: foto tras foto de ella misma, desnuda y vulnerable.
Cerró los ojos con fuerza, nauseada.
Cada imagen se sentía como una violación.
El último correo contenía una orden escalofriante:
Alison,
Esté en el apartamento de abajo antes de las 10 de esta noche.
La llave está debajo de la maceta junto a la puerta.
Después de ducharse, acuéstese en la cama. Un hombre visitará su habitación.
Si se niega, estas fotos serán públicas en Ciudad T.
Después de tres meses, puede irse y las fotos serán destruidas.
La dirección seguía. Sin nombre. Sin compasión. Sin indicio de misericordia.
Quería rebelarse, pero la amenaza de exposición la dejó temblando.
Quedarse con un extraño por noventa noches o perderlo todo.
Fuera de la ventana, el sol se derramaba sobre una ciudad bulliciosa, pero ninguna luz podía alcanzar el frío temor en su pecho.
¿Qué pasa si no cumple su palabra?
Apretando su cabello, Alison enfrentó la elección imposible: entregar su cuerpo a un extraño o ser destruida.
Un golpe repentino en la puerta la sobresaltó.
—Servicio de limpieza, señorita
—No, gracias—respondió vacía.
Metió la laptop y la foto en su bolsa, huyendo del hotel como si escapara de una pesadilla de la que aún no había despertado.
En la calle, vagó sin rumbo hasta que su teléfono sonó.
La voz de Colton irrumpió, urgente pero cálida—¡Alison! ¿Dónde estuviste anoche? Tu teléfono estaba apagado—¡he estado llamando toda la noche!
Antes de que pudiera hablar, continuó—Fui a tu casa y no estabas allí. Alison, solo dime dónde estás y voy a buscarte ahora mismo.
Su ternura atravesó la neblina en su mente. Si tenía que perder su virginidad, quería que fuera con él.
—Colton, ve a mi casa. Te encontraré allí—soltó, colgando antes de poder dudar de sí misma.
Una vez decidió, sus manos dejaron de temblar. Subió a un autobús, presionó su palma contra el vidrio frío y dejó que el viento despejara sus pensamientos acelerados.
Hoy marcaría el comienzo—y el final—de algo sagrado.
Fuera de su apartamento, un pequeño cactus con flores rosadas estaba en una maceta.
Sus dedos temblaron mientras desbloqueaba la puerta—su refugio seguro, por ahora.
Esta noche, ya no sería suyo.
Dentro, Alison escondió la laptop; Colton nunca debía encontrarla.
Se desnudó y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre su figura casi perfecta.
Tal vez podría prepararla. Tal vez no lo haría.
Afortunadamente, no había marcas, ni moretones—solo vergüenza ardiente bajo su piel, mientras imaginaba las poses que no recordaba haber hecho.
El timbre sonó.
Seguramente, Colton había llegado.




















































































































































