Ángel y demonio
Yolie:
Le devuelvo el beso con toda la pasión de la que soy capaz. Succionando sus labios gruesos y jugosos entre los míos. Su lengua roza la mía y gimo de nuevo. Oh, Dios mío.
Mis manos se mueven por su propia voluntad, alcanzando el borde de su camisa, levantándola y metiéndolas dentro. Mis dedos juegan con la piel cálida y suave de su abdomen, acariciándolo con mis palmas y finalmente rascándolo con mis pequeñas uñas.
Él rompe el beso, riendo a carcajadas.
—Esto es algo nuevo. —Murmura, mirándome mientras se muerde el labio inferior—. Sabía que serías toda una fiera, pero nunca esperé que te atrevieras a rascarme.
Saca mis manos de su camisa, levantándolas por encima de mi cabeza y sujetándolas con uno de sus puños.
—No me toques ahora. Tus manos en mi piel me distraen demasiado y he estado esperando demasiado tiempo por este momento. —Susurra, ofreciéndome su boca varias veces y alejándose cuando intento besarlo—. Tenerte así, indefensa y a mi merced ha sido una de mis fantasías más codiciadas.
—Bésame. Por favor, bésame. —Suplico.
Él sonríe maliciosamente y vuelve a conectar su boca con la mía, lamiendo y succionando mis labios, yo muerdo su labio inferior en respuesta. Con su mano libre sostiene mi cuello de una manera que me mantiene inmóvil. Dejo escapar un gemido y rompo nuestro beso.
—Eso no es justo. Quiero tocarte, déjame moverme. —Exijo frunciendo el ceño.
Imperturbable, lame la esquina izquierda de mi boca.
—Eres demasiado impaciente, pequeña. —Se incorpora un poco, separando su cuerpo del mío y temo que, por mi impertinencia, ya no quiera seguir besándome.
—No, no te vayas. —Suplico asustada.
Él me mira. Observándome con una expresión extraña, como si quisiera leer mis pensamientos.
—No voy a ninguna parte y tú tampoco. —Murmura, soltando mis muñecas de su apretón.
Se sienta en el sofá y lentamente comienza a desabotonar su camisa, un botón a la vez, muy despacio. Se la quita y la deja caer al suelo entre sus pies, con toda la calma del mundo, se quita el crucifijo de plata por encima de la cabeza y lo coloca en una mesa cercana.
Luego se vuelve hacia mí y trato de no tragarme mi propia lengua. Tiene el tipo de cuerpo que tendría un modelo de revista masculina. Brazos musculosos, pecho definido, abdominales marcados... ¡Dios! Y al menos una docena de pequeños lunares en su pecho y abdomen, los encuentro tan sexys que salivo con el deseo de besarlos todos. Por un momento me pregunto si se depila, porque no tiene ese característico rastro de finos vellos que descienden desde el ombligo hacia las partes íntimas.
Admirar a un chico tan guapo me hace sentir instantáneamente fea. ¿Qué hace un patito feo como yo con un chico tan hermoso como él?
Mientras me besaba, mi mente se había ido de paseo, pero ahora la parte racional de mi cerebro regresa con fuerza. Me levanto rápidamente del sofá y camino lo más lejos de él que puedo. Sé que estoy siendo una tonta, es obvio que me desea, pero una vida de inseguridades y complejos no se pueden borrar con un par de besos apasionados.
—¿Qué pasa? —Pregunta, prácticamente pegado a mi espalda.
—¿Por qué estoy aquí? —Sollozo y ruedo los ojos ante mi obvia vulnerabilidad.
—¿No es obvio? —Pregunta en voz baja, acariciando mi cabello suelto y despeinado—. Estás aquí porque te necesito.
—¿Me necesitas? ¿Para qué? —Pregunto girándome para enfrentarlo, tomando la precaución de dar un paso atrás y estar fuera de su alcance. Su toque es hipnótico, si vuelve a poner una mano sobre mí o me besa, sé que terminaré derretida a sus pies.
Viendo mi evidente cautela ante su cercanía, él sopesa silenciosamente las respuestas que podría darme y, aparentemente, decide que ninguna es buena porque se queda callado, mirándome impasible.
—Debes darme algunas respuestas, Alex. ¿Dónde estoy? ¿Qué quieres de mí? —exijo adoptando una postura desafiante, llevando mis manos a mis caderas y descansando el peso de mi cuerpo en un pie.
—Tengo una vida y un trabajo. Estaba volviendo a casa hace unas horas cuando ese tipo me obligó a subir a una furgoneta. Esto es un secuestro, ¿sabes? Es ilegal retener a las personas contra su voluntad, así que...
—Estás en Grecia, en mi villa en la isla de Spiros. —suelta de golpe y lo miro con el rostro fruncido y los ojos cruzados de sorpresa.
—¿Grecia? Pero, pero... —no puedo coordinar mis ideas. ¡Debe estar bromeando!
Él levanta su mano izquierda imperiosamente.
—Fuiste traída a mi villa por mi orden. Estarás aquí el tiempo que yo considere apropiado. No te preocupes por tu trabajo. Mi gente se encargará de solicitar una licencia para que tomes un permiso sin sueldo indefinido.
Me invade una furia tal, que por primera vez en mi vida quiero arrancarle los ojos a una persona con mis propias uñas.
—¿Cómo te atreves a hacerme esto? ¿Quién demonios crees que eres?
Su rostro se convierte en una máscara agresiva, su cuerpo se tensa y sus puños se abren y cierran compulsivamente. Agarra mi cara con una de sus enormes manos, clavando sus dedos en mis mejillas, todo rastro de bondad en él ha desaparecido. Tira de mi cara, obligándome a acercarme. Nuestros cuerpos chocan. Estoy desconcertada y muerta de miedo.
—¿Quién creo que soy? —ruge entre dientes apretados—. No soy nada más y nada menos que la persona a la que le debes tu pequeña y miserable vida. Soy el hombre con el que has estado soñando durante tres años, soy el hombre que deseas incluso ahora, incluso cuando estás muerta de miedo. No juegues conmigo, pequeña, y no te engañes, no puedes escapar de mí. Estás en mi isla y te irás de aquí cuando y solo si yo quiero. Ahora eres mía y puedo hacer lo que quiera contigo, será mejor que te acostumbres a la maldita idea.
Su beso esta vez es castigador, aprieta mi cintura con sus brazos inmóviles. Muerde mis labios furiosamente como si quisiera devorarme entera. Puedo sentir la piel de mis labios hincharse bajo su ataque agresivo. Lo empujo con todas mis fuerzas e incluso golpeo sus hombros con mis puños, sin éxito. Él rompe el beso abruptamente, empujándome lejos de él.
—No me provoques. —sisea amenazadoramente—. Si pierdo la paciencia contigo, podría hacerte más daño del que piensas. —Se aleja dando pasos hacia atrás, pero manteniéndome en su línea de visión y observando mis más mínimos movimientos.
—Tienes permitido deambular por toda la villa a tu antojo, pero te prohíbo salir a la playa o caminar por la isla sola. Puedes retirarte ahora. —ordena.
Y antes de que cambie de opinión, corro hacia la puerta y huyo escaleras arriba como un alma perseguida por el diablo. No dejo de correr hasta llegar a la habitación donde desperté hace una hora. Me quedo dentro de la habitación toda la noche, retorciendo nerviosamente mis dedos y caminando de un lado a otro. Siento que estoy en un problema mayor del que sospechaba, la expresión de Alex me asustó hasta la muerte hace unos minutos, porque no solo denotaba que es capaz de una violencia inimaginable, sus ojos se habían vuelto fríos y enrojecidos, su hermoso rostro, siempre tan amoroso en mis sueños, se había transformado en una máscara horrible de maldad y crueldad.
Caigo al suelo en desesperación. Escondo mi rostro en mis manos y lloro incontrolablemente, porque estoy convencida de que el hombre que me tiene en su poder es un monstruo.
