Capítulo 386

Intenté liberar mis muñecas, pero su agarre se mantuvo firme.

—Uh-uh—me reprendió—. No hasta que yo lo diga.

—¿Y si no quiero esperar?—lo desafié.

—Entonces tendré que castigarte.

Antes de que pudiera responder, soltó mis muñecas y me dio la vuelta, poniéndome boca abajo.

—Culo arriba—ordenó.

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