Capítulo 37

—No, no quiero... —Zayne retrocedió, intentando esconderse.

Alberta retiró su mano— ¿No viste el estado de ese oso-león?

En la arena, el oso-león estaba tendido en el suelo, rodeado de un desastre de sangre, trozos de carne y huesos rotos. Había comido hasta saciarse y ahora dormitaba, su respirac...

Inicia sesión y continúa leyendo