89

Sebastián. Aunque sabía que lo que estaba haciendo no debía ser, no podía detenerme. Mis manos la tocaban por todas partes, mi boca recorría su cuello con desesperación y sus jadeos estaban volviéndome loco. Hice caso omiso a sus palabras y la alcé entre mis brazos para llevármela conmigo. —Sebastiá...

Inicia sesión y continúa leyendo