Lealtades retorcidas

Después de ver quién la estaba jalando, el rostro de Taya, que había hecho tanto esfuerzo por volverse rosado, se puso pálido al instante.

Rápidamente intentó abrir la puerta del coche, pero ya estaba cerrada con llave cuando la arrastraron adentro.

Al ver que no había escapatoria, Taya miró a Amo...

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