Capítulo 3 Una mujer frustrada
(Veintiocho años después)
― ¿Vas a seguir con lo mismo? ¿No entiendes que lo que estás buscando es descuidar tus obligaciones como esposa, y como ama de casa? —le respondió su marido visiblemente molesto.
—No te preocupes por eso, Pablo, yo estoy convencida de que puedo hacerlo, tengo tiempo de sobra para dedicarme a las dos cosas a la vez. —exclamó con un poco de nerviosismo en su tono.—Es ridículo que a tu edad quieras dedicarte a manchar lienzos, doblar metales oxidados o a ensuciarte las manos con barro, después de tantos años, deberías ubicarte. ―le dijo Pablo, batuqueando una carpeta hacia la mesa del comedor. —Tú mejor que nadie lo sabes, siempre ha sido mi sueño, yo creo que es el momento, por favor, entiende mi perspectiva, además que necesito ocuparme de algo diferente a la misma rutina, que me tiene muy agobiada —respondió con voz baja, sin querer entrar en sus críticas y tomando en cuenta que estaba perdiendo la discusión.—Definitivamente Vivianne, necesitas ver a un especialista con urgencia, porque ya lo tuyo, es mental. —fue la concisa respuesta de su esposo.
Vivianne salió del comedor con un caudal de lágrimas pugnando por salir de sus ojos y, se encerró en su habitación a llorar por su desgracia.
En ese momento, recibió un mensaje de Carmenza, una de sus mejores amigas y cómplice para todo, preguntándole si ya había podido hablar con su esposo sobre su decisión de continuar su carrera y de montar su taller para irse dando a conocer en el medio artístico.
La respuesta de la pobre mujer, fue una conversación telefónica llena de lágrimas y una montaña de frustración.—Pero, ¿qué le pasa a ese imbécil? Lo único que sabe hacer es despojarte de tu identidad, amiga. ¿No te das cuenta? —decía Carmenza, muy molesta.—No es así, Carmi, sabes que su trabajo es fundamental para él; los consultores cargan siempre con una gran responsabilidad y cuando llega a casa, desea que todo esté en completo orden.
―No seas tonta, Vivi, no caigas en su juego. ―repetía Carmenza tratando de convencerla.
―Carmenza, es que, si soy realista, al final, pienso que tiene toda la razón. ¿Quién va a querer unas piezas pasadas de moda? El arte ha avanzado muchísimo, yo solo me quedé con algunas anotaciones de las clases en la universidad, y…
―Y, los cursos que has hecho on line cuando él no está sino en su trabajo o en sus viajes de negocios, te has estado preparando, no digas cosas que no son, tienes el conocimiento, las ganas y el apoyo de nosotras.
― ¡Claro que no! Todo eso está obsoleto. ―espetó entre lágrimas y descontento.—No te engañes, mujer… Solo lo estás excusando, como siempre, si acaso se lo mereciera, pero no… ¡No seas ingenua! —reclamó Carmenza, —Para él, solo eres su sirvienta, ese infeliz ni siquiera te toca, no eres su mujer o su esposa como siempre dice.
―Debo cumplir mis deberes como su mujer, su esposa, la madre de sus hijos, y debo dejarme de cursilerías, el tiempo ha pasado y… ya estoy vieja para esto. ―continuaba diciendo entre lágrimas y dolor.
―Te desconozco, Vivianne, ya no eres la mujer que echaba para adelante con todo y con nada, la que no le temía a los retos, ahora te has convertido en un títere de ese estúpido, ―exclamó muy molesta.
―Ya no estoy para esas cosas, tengo que encargarme de mi casa y de mantener las cosas en orden para que Pablo no me deje, ni se moleste. Yo no podio vivir sin él, lo sabes. He pasado toda la vida con él. ―exclamó Vivianne, defendiendo su postura, aunque sabía que estaba errada.
―Dime, Vivi, tú que lo estás defendiendo como si fuera lo mejor del mundo, el mejor esposo, el más cariñoso, dime… ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuvieron relaciones íntimas?—¡Carmenza, por favor! ¡No hablemos de esas cosas! Eso no viene al caso.— ¿Cómo que no viene al caso? Él te está haciendo minimizar en todos los aspectos de tu vida, no solo como mujer sino también como amante, como artista, como ser humano… O, ¿No quieres darte cuenta de eso?
―Carmenza, eso no es así, estás equivocada. Pablo me quiere, me respeta, me ama, sino no estuviera conmigo desde aquel momento en el que me buscó en la panadería y me ofreció matrimonio, enmendando su error en la facultad.
― ¡Qué ciega estás! No puedo contigo, pero si prefieres seguir igual, allá tú, la verdad no quiero seguir con el temita que, de hecho, ya me enferma.—No hay nada que disfrute más que hacer mis pequeñas manualidades, mi arte, pero no sé, no quiero que me deje, no puedo vivir sin su calor, sin sus malas caras, estoy muy acostumbrada a él. Llevo muchos años a su lado; ¡No puedo ni quiero imaginar mi vida sin él! Lo amo tanto…
― ¡Sí, ya veo que lo amas más que a tu propio sueño de ser una artista reconocida a nivel mundial! ¡Es una lástima que sigas siendo tan dependiente de ese desgraciado egoísta!
―Lo catalogas muy mal, Carmi. Él podría dejarme y… yo no sé cómo podría ser mi vida sin su presencia, sin… ―Carmenza la interrumpió.
—No te preocupes, Vivi… Eso no sucederá. Dime tú, ¿Dónde va a encontrar a otra boba que lo soporte y se aguante todos los desaires que acostumbra? Reflexiona sobre esto amiga y, mañana hablamos con calma, lo mejor es que no te angusties, ni te tortures por alguien que ni vale la pena —le sugirió su amiga, dejándola pensar en todo lo que esta le hubo dicho.
Vivianne tomó una ducha, se relajó un poco, se preparó una taza de té caliente y se acostó a dormir.
Pablo seguía en el despacho, trabajando.
Ella se acercó a la puerta pensando en entrar para darle las buenas noches, aunque este, rara vez le contestara, pero prefirió no hacerlo, sin embargo, escuchó que Pablo hablaba por teléfono.
―De acuerdo, Marcano. Mañana nos vemos en el aeropuerto a primera hora. Es crucial cerrar ese negocio, sin importar si nos demoramos una semana o quince días.
Vivianne se quedó pensativa, pues no sabía que su esposo saldría de viaje, ni tampoco que sería por tantos días, lo que, de alguna manera, le caía como anillo al dedo.
Esa mañana al levantarse, se dio cuenta de que su marido no estaba en casa. Sintió que se acostó muy tarde pero también se levantó muy temprano y, con la mente un poco más clara, tomó la decisión más crucial de su existencia.
