Capítulo 4 Una GRAN oportunidad

Pablo estaría fuera toda la semana por asuntos laborales y un importante negocio que debía cerrar, así que se puso manos a la obra.

Vivianne contactó a Carmenza y a Mía, sus amigas de toda la vida y de la universidad, y juntas organizaron el antiguo local que había heredado de su padre unos pocos meses antes, motivo por el cual, la noche anterior, hubo tenido la discusión con su esposo.

Ese sería su taller, su lugar mágico, donde reanudaría su arte, como solía hacer antes de ser apartada de la universidad, solo por enamorarse y dejarse llevar por quien, de alguna manera, arruinó su prometedora carrera llena de talento y de éxito, con mentiras y falsas promesas.

Las tres amigas, decidieron que la parte delantera del local, sería usada como exhibición, ya que contaba con un gran ventanal y, en su interior, funcionaría como una pequeña galería, al menos para comenzar y mientras las cosas salían como ellas, lo esperaban.

― ¿Qué les parece, como va quedando? ―preguntó Mía, quien se estaba encargando del diseño de interiores.

― ¡Estupendo! ―dijeron Carmenza y Vivianne, al unísono.

Las amigas estaban muy contentas por como iba quedando el pequeño y acogedor taller.

Por los momentos, el esposo de Vivianne, Pablo, no tenía necesidad de enterarse de su hazaña, y cuando lo hiciera, ya sería un hecho consumado, por lo que no tendría escapatoria, sino que debía aceptarlo.

Los días pasaban con cierta tranquilidad; de hecho, no habían vuelto a tocar el tema.

Su esposo, como ya era habitual, olvidó la conversación anterior y dio por zanjada la discusión, él siempre debía tener la razón en todo y si, hubiera algo que a él no le parecía bien, simplemente, no le convenía a nadie, y punto redondo.

Cuando regresaba de sus viajes, ella se aseguraba de que todo estuviera tal como él requería, así que, por el momento, se sentía feliz de poder dedicarse a sus cosas sin que él lo advirtiera ni un poco.

―Vivianne, ¿Todo bien por acá? ¿Alguna novedad? ―preguntaba mientras echaba un vistazo a toda la casa y pasaba un dedo por los cuadros y mesas, a ver si había algo de polvo en ellos.

―Ninguna, Pablo, todo ha estado muy bien. He hablado con Juan Sebastián y Manuela y, les está yendo excelente en sus empleos y negocios. No debemos preocuparnos por nada. ―respondía con paciencia y una motivación resguardada, pues Pablo, la conocía muy bien y podía creer que le ocultaba algo.―Me parece perfecto, también que estés muy dedicada a la casa, así debe ser. ―dijo, mirándose en el espejo que brillaba como un lucero en el cielo nocturno.

Aunque esto no era lo que ella había anhelado, sabía que a él no le entusiasmaba nada de lo que hacía, pero pensó más bien en que no pondría demasiadas objeciones si todo continuaba como siempre y, ella mantenía en orden sus tareas del hogar, de esa forma, él no podría tener una mínima sospecha, de modo que,  Vivianne seguiría con su rutina mientras que las cosas marcharan en paz.

Sus amigas le habían ayudado a abrir algunas redes sociales, entre ellas, ArtPrint, que se enfocaba en este tipo de nicho, para dar a conocer su trabajo a través de ella y, así pudiera dar con personas a los que le interesasen este tipo de arte, manualidades y esculturas que Vivianne, solía diseñar, hacer y crear,  y por lo que cada día que pasaba, se apasionaba más y más.

Cada día, se sentía muy emocionada con su pequeño espacio creativo tanto el físico como el on line que, de hecho, también creó una página web a través de tutoriales, en la que figura como autora donde compartía sus obras e incluso tenía un link de compra, lo que solía ser muy útil cuando no tienes muchos conocimientos tecnológicos.

«Aún no hay nada por aquí, pero estoy convencida de que, en cualquier momento, me llegará la notificación que tanto espero, mi trabajo es bueno y a la gente le va a gustar», pensaba Vivianne al revisar la bandeja de mensajes de la aplicación.

En ese momento Artprint estaba siendo de gran ayuda para ella y sus creaciones, por lo que recibía algunas visitas de personas interesadas en su arte, que la contactaban a través de su red social. No era muy exitosa, pero tenía la convicción de que algún día, lo sería.

"Has recibido un mensaje nuevo", informó el pequeño ícono en la parte inferior de la pantalla. Ella se fijó en la notificación y, sin pensarlo dos veces, la abrió.

—Hola, buenas tardes, espero no incomodarle. Solo quería mencionarle que realmente aprecio su trabajo y me gustaría pedirle permiso para compartirlo. Soy el presidente ejecutivo CEO Santiago Lefebvré de una galería y pensé que, para comenzar, podríamos colaborar en algún momento. ¿Le interesaría?

La emoción no cabía en el pecho de Vivianne, aunque no era algo del otro mundo, todo lo que llegara podría ser una oportunidad.

—Por supuesto, me encantaría colaborar de alguna manera, aunque no tengo mucha experiencia —confesó— y, por supuesto, tiene usted mi autorización para compartir todo lo que desee, sin ningún tipo de inconveniente.

— ¡Perfecto, eso suena genial! De hecho, tengo una reunión mañana por la tarde con los accionistas y planeo plantearles la idea de la colaboración. Si no ponen ningún tipo de objeción y lo aprueban, la volveré a contactar, ¿de acuerdo? ―exclama Santiago, interesado.

—Está bien, no hay problema, de verdad que eso sería un honor para mí. ―dice Vivianne, emocionada.

—La única cuestión es que hay un pequeño, o no sé si sea para usted un gran problema, claro… Dependiendo de la perspectiva que lo mire. ―le dice el CEO.

—¿Y cuál sería ese problema? ¿Tiene solución? ―indaga la artista en realce.

—El tema es que los colaboradores no reciben remuneración. Claro, eso sería algo condicionado. ―responde Santiago con algo de pena, esperando a que la artista no le dé una negativa.

—No se preocupe, señor CEO, no todo en la vida se basa en el dinero. Además, creo que así está bien, al menos para empezar, ya más adelante, pues… podríamos hablar de negocios. ―dice la artista, emocionada, aún sin saber si sus creaciones gustarían o no.

—Se nota que eres una persona comprensiva y que realmente disfrutas de todo lo que, con pasión, haces. Espero que no me malinterpretes, es que los artistas trabajan con pasión, crean con el alma y la esencia de la vida, que son ellos mismos. ―espetó con gran devoción a los artistas.

—La verdad es que sí, y le agradezco mucho su punto de vista y opinión. Es usted muy amable… Eh… lo siento, debo irme en este momento, tengo una llamada telefónica, hasta luego.

—Está bien, hablamos luego —se despidió el CEO Santiago Lefebvré, muy interesado en aquella artista en evolución.

Vivianne se ocupó en algunos asuntos, luego recordó que había tenido una conversación con un CEO de una galería, por lo que buscó el chat, para recordar el nombre de aquel y, así buscarlo en internet, para conocer un poco más de quien le había escrito horas antes.

«¡Oh, Dios! ¡Sí es un importante ícono en el ámbito artístico! ¡Me escribió el presidente ejecutivo de la Galería de Arte Le Marais! ¡Aww, no puedo creerlo!», pensaba Vivianne al leer la información en la pantalla de la laptop.

Un rato después, Vivianne releyó el mensaje una y otra vez, sin poder creer en la suerte que tenía y en que el CEO de una importante galería de París le ofreciera colaborar en ella, siendo un verdadero sueño.

Vivianne estaba feliz y, aunque a veces le inquietaba que Pablo se enterara de sus actividades extra hogareñas, ya no le preocupaba tanto, pues estaba confiando más en ella y en lo que sería capaz de lograr si tan solo se enfocara un poco más.

La satisfacción que le daba hacer lo que realmente deseaba, lo que había dejado atrás por los demás, le daba la energía necesaria para sobrellevar cualquier cosa, incluso la ira de su egoísta esposo.

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