Capítulo 7 ¡Me encantaría conocerte!
Vivianne cerró el ordenador con nerviosismo; la charla se había tornado demasiado personal de pronto. Temía que su esposo apareciera de repente y leyera lo que escribía. No había nada inapropiado en la conversación, pero dentro de ella sabía que cada vez que hablaba con Santiago, su corazón latía de una manera inusual.
Llegaron las fiestas y Pablo no volvió a mencionar la afición de Vivianne, algo que ella agradeció. Los chicos, al final, no lograron escaparse para pasar unos días en casa, estaban ocupados en Madrid y pusieron la excusa de que les había tocado trabajar esos días; su madre ya sabía que en realidad preferían no pasar las navidades rodeadas de desconocidos.
Su padre hacía las celebraciones cada vez más impersonales, y a ellos les hubiera gustado que fueran como antes, cuando solo estaban la familia y los abuelos que tanto extrañaban. Vivianne se sentía fuera de lugar; nunca fue una mujer de grandes celebraciones, le gustaba la sencillez, así que en cuanto tenía la oportunidad, también se escabullía.
Vivianne trató de comunicarse con sus hijos a la medianoche, pero la línea estaba saturada. Envió algunos mensajes por WhatsApp a sus amigas y a algunos conocidos, pero era difícil que respondieran, o estaban en celebraciones y no atendían, "ya los leerían por la mañana", pensó.
Durante la cena, estuvieron solos, ya que Pablo había reservado ese momento únicamente para ellos, algo que él hizo con mucha consideración. Sin embargo, como era habitual en él, durante toda la cena no le había dirigido la palabra. Terminaron de comer, ella limpió la cocina y, dado que su esposo se había encerrado en su estudio, no le quedaba más por hacer.
Ya ni siquiera asistían a la misa, como solía ser tradición en su familia; esa costumbre se había perdido, era algo de la familia de Vivianne, no de la suya, por lo que no le interesaba mucho.
No tenía sueño, así que se sentó delante de la computadora, estuvo revisando el correo y respondiendo a algunos mensajes donde le deseaban felices fiestas. Estaba a punto de acostarse cuando su teléfono emitió el sonido habitual de un nuevo mensaje en Artprint.
Intrigada, se preguntó quién podría estar en Artprint a esas horas en una noche tan especial. Abrió la página en el navegador y, hizo clic en el ícono de mensajes; su corazón latió más rápido al darse cuenta de que era Santiago.
Un nuevo mensaje sin leer.
—¡Feliz Navidad, querida Vivianne! Para cuando te conectes. ―le envió.
—Muchas gracias, igualmente te deseo.
—No esperaba que estuvieses conectada en un día como este, pero me alegra.
—Estaba a punto de irme a dormir, solo revisaba el correo y enviaba felicitaciones a mis hijos.
—¿No pasan las fiestas en casa? Por cierto, ¿cuántos hijos tienes? Nunca mencionaste que tuvieras hijos.
—Tengo dos; la niña es doctora y el varón es ingeniero civil, viven en Madrid. ¿Tú tienes hijos? —le preguntó Vivianne.
—No, lamentablemente nunca tuvimos hijos; mi esposa sufrió un aborto y no quedó embarazada nuevamente.
—Lo siento. —Vivianne no supo cómo responder, le dolía sinceramente.
—Eso fue hace muchos años, ya lo he superado.
—Por lo que dices, parece que a tu esposa le ha costado un poco más.
—Ella no lo ha podido superar; desde entonces la convivencia es complicada.
—No sé qué decirte, de verdad que lo siento, para mí mis hijos son la mayor bendición. Perdona, creo que no debía comentar eso. —Al decirlo, pensó que tal vez no había sido lo más adecuado.
—¿Por qué no? Tienes toda la razón; los hijos son una bendición, el hecho de que no tenga no significa que no lo entienda, además, tengo sobrinos.
—Yo no tengo sobrinos, —escribió Vivianne
—¿Entonces ahora estás sola? —preguntó de repente Santiago.
Vivianne se sintió nerviosa ante esa pregunta, no sabía cómo tomarlo, ¿sería para cambiar de tema? Si solo era eso, estaba bien, pero si no, no sabía qué pensar.—Te has quedado en silencio. Creo que me has malinterpretado, me expliqué muy mal, quería saber si no tienes compromisos, deseaba proponerte que vinieras pasado mañana a la galería.
Necesito a alguien que evalúe el resultado antes de presentar al público la nueva muestra. —Santiago se apresuró a aclarar.
—No creo ser la persona adecuada, ni siquiera he realizado una exposición en mi vida.—Trató de responder sin darle mucha importancia a la afirmación—. Lo único que puedo decir es si algo me gusta o no.
—Lo que has comentado indica que eres una persona inteligente, no valoras la calidad de la obra, simplemente expresas tu gusto. Eres precisamente la clase de persona que necesito para obtener una opinión honesta.
—Pero no deseo influir en nadie, aquellos que me conocen saben que soy peculiar, creo que me sobrestimas, solo soy una anciana aburrida que encuentra entretenimiento en pequeñas cosas, supongo que eso es lo que mencionabas como colaboración —respondió Vivianne intrigada.
—A mi parecer, la que no se valora eres tú, por lo que compartes en Artprint, pienso que eres una mujer muy sensible, con un espíritu juvenil. En cuanto a lo de la colaboración, soy un desconsiderado, no te mencioné nada porque la galería está pasando por dificultades, no sabemos cuánto tiempo más podrá permanecer abierta —aclaró Santiago.
—¿Soy tan evidente? —preguntó alarmada y decidió cerrar el tema de la colaboración, se sintió mal por habérselo comentado, pero ya no había marcha atrás.
—Quizás es que soy muy observador, y así te doy la contraria. ―dijo entre risas.
—¿La contraria? No comprendo.
—Dices que eres mayor, yo creo que estás en el momento de madurez perfecto, por eso me atraes.
Esa declaración la dejó sorprendida, de repente sintió que le subía la cara de color, si ni siquiera lo conocía, ¿a qué venía esa confesión?, ¿habría estado celebrando la Navidad y tomando algo? Debía desconectarse de ese momento, ¿y si era un pervertido? Claro que llevaban unos meses intercambiando mensajes, pero nunca pensó que a su edad podría gustarle a un hombre, ni siquiera su marido la miraba.
Eso no estaba en sus planes y desbarataba toda su lógica.
—¿Cómo puedes decir algo así, si ni siquiera me conoces? —logró responder ella finalmente.
—Por eso me encantaría conocerte. Mejor dicho, me habría gustado haberte conocido hace unos años.
—Debo irme, se ha hecho muy tarde, buenas noches y feliz Navidad de nuevo —se excusó Vivianne. No podía continuar con esa conversación, estaba demasiado nerviosa.
—Buenas noches, y feliz Navidad para ti también. Un beso.
Y por primera vez le envió un emoticono de esos que se utilizan en las charlas de Artprint, un conejito lanzando un beso en forma de corazón.
Durante la semana siguiente, Santiago no volvió a aparecer. Vivianne llegó a pensar que la conversación final había sido solo un resultado del ambiente festivo, o que tal vez había tomado de más y dijo lo primero que le vino a la mente. Llegó el final del año y, durante el desayuno, Pablo le informó que celebrarían la ocasión fuera de su hogar.
