Asesinato e interrogatorio

En el hospital, conocí a una mamá dormida. Su ojo derecho —el que tenía el problema— estaba cubierto con vendas y otro objeto cuyo nombre no conocía. La amable enfermera en cuya casa me había bañado y comido durante los últimos veintitrés días me dejó entrar. Se llama Nora.

—Hola Aria —me llamó en ...

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