Capítulo 2: En el corazón del bosque
Los días se convirtieron en noches, y me sentía cada vez más cansada y delirante. El hambre me carcomía por dentro, y mi cuerpo clamaba por descanso, pero seguí adelante. Era el pensamiento de encontrar justicia lo que me mantenía en pie. Me aferraba a la esperanza de reunirme algún día con mi familia y hacer que aquellos que nos habían hecho daño pagaran por sus pecados.
Caminando por el bosque, comencé a notar los cambios sutiles en mi entorno. Los árboles y arbustos que antes me eran familiares ahora me parecían extraños, y me di cuenta de que no tenía idea de dónde estaba. El pánico se apoderó de mí, y empecé a correr, esperando encontrar una señal o un sendero que me llevara a algún lugar. Pero el bosque parecía interminable, y el único sonido era el de mi respiración pesada.
Los días se convirtieron en semanas, y había perdido toda noción del tiempo. Había estado vagando por el bosque durante lo que parecía una eternidad, buscando una salida. El hambre me carcomía el estómago, y el agotamiento pesaba sobre mis huesos. Sabía que estaba perdida, pero me negaba a rendirme.
A medida que pasaban los días, mis sentidos se agudizaban. Podía escuchar cada crujido en la maleza, y mi nariz podía captar el más leve aroma. Era como si mi cuerpo se estuviera adaptando a la naturaleza salvaje, y me volvía más animal con cada día que pasaba.
Pero justo cuando estaba a punto de rendirme, escuché un aullido lejano. Era un sonido que conocía muy bien, y mi corazón saltó de esperanza.
Seguí el aullido, confiando en mis instintos, y finalmente me topé con una pequeña manada de hombres lobo. Me quedé paralizada de miedo, mi cuerpo temblando al darme cuenta de lo que había encontrado.
La manada me había notado, y se acercaban cautelosamente, sus ojos brillando a la luz de la luna. Intenté retroceder, pero uno de ellos dio un paso adelante y habló con una voz baja y retumbante.
—¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio?
Tragué saliva, mi boca seca de miedo.
—Me llamo Mabel —dije, mi voz apenas un susurro—. Estoy perdida y no sé cómo volver a casa.
El hombre lobo me observó por un momento antes de asentir.
—Puedes quedarte con nosotros por un tiempo. Te ayudaremos a encontrar el camino de regreso a la civilización.
Y desde ese momento, comencé a pasar más tiempo con la manada, y empecé a entender su forma de vida. Eran un grupo muy unido, y cada miembro tenía un papel específico dentro de la manada. Algunos eran cazadores, encargados de traer comida para el grupo. Otros eran cuidadores, responsables del bienestar de los miembros más jóvenes de la manada. Era una máquina bien afinada, y cada miembro conocía su lugar.
Grayson era el alfa de la manada, y todos lo reverenciaban. Era un hombre lobo grande e imponente, con un espeso pelaje gris y penetrantes ojos azules. A pesar de su apariencia intimidante, era amable y paciente conmigo, guiándome a través de las costumbres y tradiciones de la manada.
—Tienes mucho que aprender, Mabel —dijo Grayson mientras se sentaba a mi lado—. Pero te enseñaremos todo lo que necesitas saber para sobrevivir en la naturaleza.
Asentí, agradecida por su ayuda.
—Gracias —dije, mi voz llena de sinceridad.
A medida que pasaban los días, me acercaba más a la manada. Incluso comencé a aprender algo de su lenguaje, aullando con ellos en la luna llena y corriendo por el bosque con ellos. Era como si hubiera encontrado una nueva familia, y por un momento, olvidé la vida que había perdido. Pero una noche, mientras nos acomodábamos para la noche, Grayson me llamó.
—Mabel —dijo, su voz grave—. Debo advertirte algo.
Fruncí el ceño, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Hay otras manadas ahí fuera, y no son tan acogedoras como nosotros. Debes tener cuidado cuando te aventures en la naturaleza. Algunas de ellas te verán como una amenaza y te atacarán sin previo aviso.
Asentí, mi mente corriendo con las posibilidades.
—¿Qué debo hacer? —pregunté, mi voz temblorosa.
Grayson me miró con sus intensos ojos dorados, y por un momento, me pregunté si podía ver directamente en mi alma. Sabía que me estaba evaluando, tratando de determinar si valía la pena el tiempo y esfuerzo que tomaría enseñarme a defenderme. Como hombre lobo, siempre estaba vulnerable a ataques de otras criaturas sobrenaturales, y Grayson era el único que podía ayudarme.
—Te enseñaré a defenderte —dijo, su voz profunda y tranquilizadora—. Pero debes estar dispuesta a trabajar duro. No será fácil, y no será rápido, pero si te mantienes firme, podrás protegerte a ti misma y a quienes te importan.
Asentí, mi corazón latiendo con anticipación y miedo. Sabía que Grayson era uno de los luchadores más hábiles entre los nuestros, y el hecho de que estuviera dispuesto a tomarme como estudiante significaba mucho para mí.
—¿Por dónde empezamos? —pregunté, ansiosa por comenzar.
Grayson me dio una sonrisa irónica.
—Primero, necesitamos evaluar tus fortalezas y debilidades. Cada hombre lobo tiene sus propias habilidades y desafíos únicos, y necesitamos averiguar cuáles son los tuyos.
Durante las siguientes semanas, Grayson me sometió a un riguroso régimen de entrenamiento. Corríamos por el bosque, practicando nuestra velocidad y agilidad, y nos enfrentábamos en combates, poniendo a prueba nuestra fuerza y reflejos. Era un trabajo duro, pero estaba decidida a convertirme en la mejor luchadora posible.
A medida que entrenábamos, Grayson y yo nos acercábamos más. Compartíamos historias sobre nuestro pasado, y comencé a verlo como algo más que un maestro. Se estaba convirtiendo en un amigo, alguien en quien podía confiar y depender.
Pero con esa confianza venía la vulnerabilidad. Empecé a bajar la guardia alrededor de Grayson, revelando mis debilidades e inseguridades. Tenía miedo de perderlo, pero no podía evitar sentirme atraída hacia él.
Un día, después de una sesión de entrenamiento particularmente agotadora, Grayson me apartó a un lado.
—Hay algo que necesito decirte —dijo, su voz seria.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi corazón latiendo en mi pecho.
—No eres como los otros hombres lobo —dijo, sus ojos fijándose en los míos—. Hay algo especial en ti, algo diferente.
Sentí un escalofrío de emoción recorrerme. Siempre había sabido que era diferente de los otros hombres lobo, pero nunca había sabido por qué.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, mi curiosidad despertada.
Grayson dudó por un momento, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas.
—No puedo decirlo con certeza —dijo finalmente—. Pero tengo la sensación de que tienes un poder dentro de ti que aún no has descubierto.
Me sorprendió esta revelación. Nunca me había considerado poderosa, y la idea de que hubiera algo especial en mí era tanto emocionante como aterradora.










































