Capítulo 190

Después de un desayuno decadente entregado por el servicio de habitaciones, salimos bajo una ligera llovizna londinense. Alexander insistió en detenerse en el mostrador de conserjería, donde obtuvo un gran paraguas negro con el logo del hotel.

—No puedo permitir que mi esposa se moje —dijo, abriénd...

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