Capítulo 62

Los ojos de Adelaide brillaban, como los de un cervatillo.

Sebastian no le había mentido; no la había incomodado.

¡No, la había hecho sentir demasiado cómoda!

Tan cómoda que sus dedos de los pies se estaban encogiendo. En algún momento, Sebastian ya le había quitado el camisón.

Adelaide notó que...

Inicia sesión y continúa leyendo