Divórciate de mi hijo, pagaré cualquier cantidad

Alice la miró y no pudo evitar detener sus pasos.

Dudó por unos segundos y luego susurró: —Mamá...

Al escuchar su nombre, los ojos de la señora Mo destellaron con desdén, y sus labios se torcieron fríamente mientras señalaba la posición opuesta y decía: —Vamos, sentémonos primero.

Alice no ignoró...

Inicia sesión y continúa leyendo