Tengo escalofríos...

—¿Disculpa? —me di la vuelta, mi expresión lejos de ser amable—. Esto es un contrato de negocios, no un evento de caridad. No dejaré que nadie use mi ropa a menos que yo quiera. No me das órdenes en ese ámbito.

—¡Cuida tu tono y sabe con quién estás hablando! —gruñó la señora—. ¿Sabes quién es él?

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