Cap. 36: A ti te deseo como a una maldita adicción.

—¿Qué acaba de decir? —murmuró Fabio, frunciendo el ceño, aún con los labios húmedos por ese beso que le había sacudido hasta el alma.

Pero no hubo tiempo para procesar nada.

Los aplausos estallaron a su alrededor, vítores y silbidos se alzaron entre las risas y los brindis. La gente pedía otro be...

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