Cap. 48: Una muñeca de vitrina.

El aire abandonó los pulmones de Alma. La sangre le zumbó en los oídos. Por un segundo eterno, se obligó a mirar. Como si mirar fuera una forma de comprobar que lo que dolía era real.

Y lo era. Ese beso no era actuación.

—Me siento mal… —murmuró, bajando la mirada con un temblor en la voz—. Vamos ...

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