Capítulo 40

Su oferta parecía lo suficientemente razonable y Erin no podía objetar, no cuando realmente estaba hambrienta y su cerebro parecía confuso.

—Muy bien, comeré contigo y luego pensaré en lo que has dicho.

—Bien —dijo él, satisfecho con su respuesta—. Ven y siéntate conmigo.

Ella lo obedeció sin dis...

Inicia sesión y continúa leyendo