El amo de mis cadenas

Las palabras resonaban en mi cabeza como una campana de advertencia. Está loco.

Los dedos de Alrigo rozaron mi mandíbula, engañosamente suaves, pero cada nervio de mi cuerpo gritaba. Su voz bajó—mortal, aterciopelada, controlada.

—Así que sé lo que te hice. Ni más ni menos, ma bella. No intentes h...

Inicia sesión y continúa leyendo