Capítulo 1

Margarita condujo su viejo pero confiable automóvil, un Ford F-150 de 1995, acelerando cuando la ocasiono lo ameritaba, y sin mirar atrás, en todo el trayecto se convenció de que estaba haciendo lo correcto, ella no sería como su madre, ella no se dejaría pisotear por un hombre, por mucho que lo quisiera, suspiro con cansancio, meditando si se detenía una vez más o solo continuaba conduciendo, no era como que tuviera sueño, solo que queria disfrutar de lo que veía por la ventanilla del coche, su mirada se perdía en el infinito paisaje de Wyoming, la inmensidad de la naturaleza la dejaba sin aliento y no era para menos, nunca había visto algo así, ella estaba acostumbrada a la vida en la ciudad, donde el ruido y la contaminación eran la norma las personas siempre apuradas por llegar a algun lado, pero eso parecía no aplicar a ese lugar, y su corazón se lleno de esperanza, hasta que tomo el desvió que señalaba el GPS, entonces descubrió que era una muy mala idea llevar la ventanilla baja en una calle de tierra, pues una nube de polvo la estaba asfixiando, por lo que se detuvo, conocedora que debería luchar por que el cristal subiera, era un vehículo viejo, si, pero aun así, era suyo, había juntado cada centavo para tenerlo, mientras su hermanastro obtuvo el suyo como regalo de cumpleaños, o mejor dicho los suyos, si, esa era la diferencia entre tener una madre que te quisiera, y tener un padre que solo cargaba contigo, y que por nada del mundo se pondría a discutir con su rica esposa por ti.

— No pensemos en el pasado Margarita, nada cambiara más que tu futuro.

Trato de darse ánimos, cuando al fin consiguió que el bendito cristal subiera, y retomo la marcha, el polvo de Wyoming, no la detendría, claro que no, y así, a medida que avanzaba Margarita sonreía con más ganas, porque el paisaje era cada vez más impresionante. Colinas verdes que se extendían hasta el horizonte, intercaladas con arroyos y ríos que brillaban como cintas de plata bajo el sol, si, sin duda su futuro sería mucho mejor se dijo.

Y así por el camino de tierra fue que llego al rancho de su difunto abuelo materno, Jack Harris, donde finalmente, detuvo el automóvil. Rancho El Cielo Azul, se podía leer en un cartel de madera que se suponía debía estar en la entrada del rancho, pero que colgaba precariamente a un lado en un poste, aun así

Margarita se sintió emocionada al ver el nombre del rancho, era el lugar donde su abuelo había vivido y trabajado, el lugar donde su madre había crecido, eso que tanto le contaba cuando la melancolía llegaba en las noches que esperaba a su padre, cuando debía estar trabajando, pero que sin embargo ahora Margarita comprendía que lo más probable fuese que estuviera engañando a su pobre madre.

— No pienses en eso, o el espíritu de tu abuelo te jalara las orejas.

Se dijo antes de subir nuevamente a su viejo automóvil y recorrer el corto trecho hasta la casa, llevándose una gran sorpresa.

— Diablos, ¿Qué paso aquí? — susurro con la sonrisa borrándose de su rostro.

El rancho se encontraba en un estado de abandono total y en parte era lógico, su madre se había fugado con el inepto de su padre, y nunca había regresado, temiendo que el viejo Jack la despreciara, y al parecer, su abuelo no tenía a nadie a quien dejarle encargado el rancho, luego de su muerte.

La casa principal, que se notaba que una vez había sido un orgulloso ejemplo de la arquitectura rural estadounidense, ahora se veía deteriorada y descuidada, las ventanas estaban rotas, la puerta principal colgaba de sus goznes y el techo estaba cubierto de maleza y lo más probable fuese que tuviera más que pequeños agujeritos.

Margarita miró a su alrededor, tomando en cuenta el entorno que la rodeaba, podía ver las vallas no muy lejos de la casa, definitivamente era un rancho muy pequeño como su madre, Emily Harris, le había contado, podía ver lo que supuso era un granero, donde quizás entraría una vaca y un caballo, pero también recordaba que Emily le dijo que su abuelo más que trabajar el rancho propiamente dicho, se dedicaba a hacer trabajos en madera, y si había un establo, solo fue porque le había comprado un caballo a Emily.

— Mamá, creo que nunca te diste cuenta cuanto te queria el abuelo. — suspiro con un nudo en la garganta, todo por estar ingresando en el granero, donde un viejo cartel de bienvenida estaba a medio colgar y bajo él un álbum de fotografías. — Sí que te queria, te pudo haber perdonado mamá, solo fue tu cobardía la que te impidió regresar. — musito con las lágrimas cayendo por su rostro, al comprender que el viejo Jack, siempre había guardado la esperanza de que su hija regresara.  — Ella ya no podrá volver abuelo. — dijo al ver una fotografía de Jack, la misma que su madre veía en las largas noches de soledad. — Pero yo estoy aquí, espero que no te moleste, mi nombre es Margarita, soy tu nieta y créeme que me hubiese encantado conocerte.

Margarita salió del granero con el álbum de fotos entre sus manos, y como siempre, trato de consolarse viendo el lado positivo de las cosas, al menos tenia fotos de su madre y abuelo, podria saber mas de su pasado, de su herencia, de que al menos un lado de su familia, si la hubiese querido.

Al entrar en la casa, Margarita se encontró con un interior igualmente deteriorado, el polvo y la suciedad cubrían todo, y el aire estaba lleno de olor a humedad y descomposición, y no le quedo más que dejar el álbum y cubrir la nariz y la boca con la mano, agradeciendo que alguien había cubierto los muebles con sabanas que tal vez fueron blancas, aunque estaba segura que nunca lo sabría, porque por más que las lavaras, esos trozos de tela jamás volverían a su color natural, pero aun así comenzó a explorar la casa, tomando en cuenta todo lo que necesitaba hacer para restaurarla a su antiguo esplendor.

La cocina estaba llena de utensilios oxidados y electrodomésticos rotos, estaba segura que de allí nada serviría, el comedor estaba cubierto de polvo y había una gran mancha de humedad en el techo, si, definitivamente había problemas de goteras, se dijo, y al subir por las escaleras, tuvo que saltar el cuarto escalón y el ante último, pues no estaban, los dormitorios estaban vacíos y desnudos, con solo algunas ruinas de muebles que habían sido abandonados, eran dos dormitorios, un baño y un gran espacio frente a lo que debería ser una pared de vidrio, pero que debería tapar con cartón si no queria morir congelada, hasta que comprara los cristales, bueno, al menos ese lugar le serviría para tejer, luego de colocar un parche en el techo, pues encontró el gran hueco que permitía la entrada del agua,  aun así Margarita se sintió abrumada por la tarea que tenía por delante, había mucho que hacer, desde limpiar y reparar la casa hasta restaurar el jardín y el huerto. Pero estaba decidida a hacerlo, a restaurar el rancho a su antiguo esplendor y a hacer que su madre y su abuelo se sintieran orgullosos de ella.

Y así, sin querer perder más tiempo y dejando salir un suspiró Margarita se puso a trabajar, comenzando por la cocina. Tenía mucho que hacer, pero estaba lista para enfrentar el desafío y dejar el pasado atrás.

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