Capítulo 2
Margarita se sentó en el porche de la casa, el día había sido agotador, y aun no comprendía como era que había agua potable, luz y que la cocina funcionará, debería hacerse un tiempo e ir al ayuntamiento o algun lugar donde averiguar cuanto se debía, sabía que su abuelo había muerto hacía diez años, lo recordaba, su madre ya estaba muy enferma y su padre no la quiso traer para despedirse de él, eso fue lo que la termino de matar, la tristeza.
Mientras le daba un mordisco a su emparedado, recordó su infancia, lo feliz que era, como su madre le contaba historias antes de dormir, y cuando su padre la llevaba al colegio, pero luego, en algun punto, la familia perfecta se terminó, cosas de grande decía su madre, cuando ella preguntaba porque lloraba, y porque su padre siempre gritaba, cosas de grandes y si que lo eran, se dijo la joven, pues ahora a sus 20 años comprendía de que iba todo, el amor era una mierda, claro que sí, eso no pensaba negarlo, y sin quererlo dejo salir un suspiro pesado, podía imaginar a su madre cabalgando el único caballo que Jack había podido conseguir, según sabía el dinero siempre fue un problema para ambos, no porque Jack fuese un holgazán, claro que no, pero no le era fácil criar a su hija solo, ya que su esposa había muerto al dar a luz.
— ¿Quién eres tú? — la voz de un hombre la hizo pegar un brinco y al girar, se encontró no con un hombre, ni dos, eran tres vaqueros con cara de pocos amigos.
— La pregunta es ¿qué hacen ustedes aquí? esto es propiedad privada. — dijo con la mayor firmeza que logro reunir, mientras los hombres se veían unos con otros.
— Eso lo sabemos niña, queremos saber qué hace una vagabunda como tu invadiendo propiedad privada. — Margarita abrió su boca con horror, a punto de lanzarle una maldición, pero luego recordó que había pasado todo el día limpiando la casa y lo más probable fuera que estuviera despeinada y sucia, si, daba la talla para vagabunda.
— Pues sepa mi señor que no soy ninguna vagabunda, mi nombre es Margarita Harris, soy hija de Emily Harris, nieta de…
— El viejo Jack. — finalizo el hombre que casi la mata de un susto. — Te pregunte quien eras no tu árbol genealógico. — rebatió con burla el mayor.
— ¿Y se puede saber quien es el desagradable sujeto que me esta importunando? — respondió de manera mordaz.
— No, no se puede, vamos. — dijo sin más a los otros hombres.
Margarita no pensaba dejar las cosas así, por lo que se apresuró a dejar su emparedado a medio comer sobre lo que quedaba de la baranda del porche y fue tras esos hombres sin modales, pero sus pies se detuvieron al ver que se montaban en una camioneta todo terreno, muy lujosa, pero no fue eso lo que la detuvo, sino el logo del rancho que llevaba en la puerta.
— Rancho imperio.
Susurro y lo único que pudo hacer fue correr al refugió del viejo y mal trecho rancho, mientras su corazón galopaba, nunca había estado en aquel lugar, y si bien sabía que sus abuelos eran vecinos, no creía que vivieran tan cerca, entonces se percato de que no era así, porque ella había visto el mapa, su abuelo paterno era el dueño del rancho mas grande de aquel lugar, desde el cielo hasta el imperio solo un acerca los separaba, si, pero desde la casa del viejo Jack, hasta la de Dalton Morris… habían cientos de acres, no tenía lógica que enviara a su gente, a no ser que… ¿Morris queria usurpar el pequeño rancho de Jack? Tendría lógica, pues su padre siempre decía que era un viejo avaro y codicioso, que cada tanto ampliaba sus tierras comprando los ranchos vecinos, bien, ahora no podria dormir, si antes casi muere de tristeza al pensar lo bello que hubiese sido conocer a su abuelo materno, ahora estaba muerta de miedo y no era para menos, Morris Dalton odiaba a su madre, ya saben la típica historia, la joven pobre que se enamora del joven heredero, si, hubiese sido una buena historia, sino fuera que luego de siete años, su padre, George Morris, comenzó a resentir ese hecho, porque mientras que Emily dejo su hogar sin ver atrás para ser feliz con él, George fue desheredado, aun recordaba esas noches donde su padre regresaba a deshoras, oliendo a alcohol.
— Estaba preocupada, creí que te había sucedido algo. — era lo que siempre decía su madre.
— Tú lo único que temes es que un día no regrese, pero debes estar tranquila, ¡porqué ya no tengo donde regresar!
— Por Favor George, despertaras a Margarita.
— Margarita me tiene sin cuidado, si no fuera porque te embarazaste de ella, yo podria haber regresado a mi vida, tenia lujos, tenia dinero, tenía todo lo que deseaba y todo lo perdí por ti y por ella.
— No puedes decir eso, fue tu idea el fugarnos, fue tu idea tener a Margarita.
— Porque pensé que al viejo se le ablandaría el corazón al saberse abuelo, pero no fue el caso, y lo único que conseguí fue que me quitara hasta de su testamento, ¡tu y ella arruinaron mi vida!
Margarita se encontró en su cama, apretando sus oídos, como cuando era niña, salvo que esta vez los gritos de su padre estaban en su cabeza.
— Dios, ¿Qué hare si el señor Morris llama a mi padre y le dice que estoy aquí?
Y mientras Margarita pasaba la noche en vela, imaginando mil escenarios, uno peor que otro, el señor Morris era notificado de una novedad, misma que llevaba 10 años esperando.
— Señor. — dijo su hombre de confianza ingresando en su oficina, no sin antes tocar la puerta de cedro macizo.
— ¿Qué sucede? — pregunto mientras revisaba unos documentos, con su puro en mano.
— El rancho Cielo. — dijo mientras aclaraba su garganta y el mayor lo vio de inmediato.
— ¿Qué con él? — indago viendo por la ventana de su mansión, que estaba sobre la colina, y de donde podía ver casi todo Wyoming, aunque sus ojos buscaron la tenue luz que cada noche titilaba, aunque esta vez no la encontró. — ¿Por qué no encendiste las luces? — indago viendo mal a su empleado.
— Porque no pudimos ingresar. — el rostro del mayor se cubrió de tristeza.
— ¿Se derrumbó? — sabía que estaba a punto de ceder, toda la estructura estaba descuidada, su viejo enemigo ya no estaba y, aun así, jamás se atrevió a hacer una oferta por esas tierras, prefería pensar que aún estaba allí ese viejo gruñón, con su pequeña hija, queria creer cosas que no eran.
— No, es solo que… hay una chica. — el rostro de Dalton se elevo con rapidez, como si su empleado le hubiese dicho que el mismo diablo estaba a dos pasos suyo.
— ¿Qué? ¿de qué rayos hablas? ¿Qué chica?
— Dijo que era la nieta del viejo Jack.
— Imposible. — dijo el mayor, antes de tomar su teléfono y realizar una llamada.
— Papá. — dijo con apuro George al otro lado de la línea, cuando el primer pitido aún no había terminado.
— George. — rebatió con voz profunda el mayor y es que hacía años que no lo llamaba hijo. — Estaba viendo la propuesta que enviaste y no termino de comprender, si tu nueva esposa es tan rica como presumes, ¿Por qué necesitas que invierta en tu compañía? — dijo sin rodeos, algo que hasta ese momento no había pensado, pero así era el viejo Morris, nada se escapa a su mente aguda o quizás todo se le había pasado por alto.
— Bueno, como ya te he dicho Larissa cuida su capital para sus hijos, como yo cuido el mío para Margarita.
— Aun así, tu esposa sabía que estabas divorciado y que tenías una hija al momento de casarse, ¿no crees injusto que no quiera ayudarte? — indago mientras volteaba a ver el lugar donde la precaria casa del rancho cielo estaba, ahora con las luces encendidas.
— Papá, Larissa ya hace demasiado, Emily se la pasa demandando por cualquier cosa, no le vasto con quedarse con el departamento, ella exige cada mes el aumento de la manutención, alegando que mientras estuvimos casados ella perdió años de estudio y por ello no ha conseguido trabajo.
— Comprendo y tu hija ¿Qué dice al respecto? — no, el viejo Morris no trataba a esa niña, no la conocía, no deseaba conocer a una vividora que seguro era como Emily.
— ¿Qué decir de ella? Dios, esa niña me volverá loco, ahora se aburrió de estudiar derecho y escogió cambiar de carrera, quiere ser arquitecta, por lo que Larissa esta moviendo sus contactos para una buena universidad y por supuesto haciéndose cargo de todos los gastos, matriculas, automóvil, renta…
— Creí que estaba estudiando economía. — dijo con voz seca, al descubrir la mentira de su hijo y el oler que algo no iba bien.
— Oh, si, es que ya ha cambiado tanto de…
— No te daré ni un centavo, no hasta que tu hija se reciba de algo o al menos termine un año en alguna universidad.
— Eso es injusto…
— ¿Lo es? Cuando te dije que consiguieras una buena mujer para casarte si deseabas que te incluyera en mi testamento, rápido te divorciaste de Emily, ahora que solo te pido que hagas que tu hija deje de ser una buena para nada como tú, ¿te enojas?
— Bien, ya comprendí, para ti todo lo que haga requerirá un esfuerzo casi imposible de mi parte ¿verdad?
— No te confundas, aquí no estamos hablando de lo que haces, sino de lo que pides, tú puedes hacer lo que desees, lo hiciste hace 22 años atrás, aun sabiendo las consecuencias, entonces, si necesitas algo de mí, deberás atenerte a mis condiciones. — un largo suspiro se escuchó del otro lado, mientras Dalton veía como las luces de la casa del viejo Jack se apagaban.
— Bien, lo hare, déjame que hable con ella.
— De acuerdo, envíame tu propuesta cuando ella finalice el primer trimestre y… pregúntale a Emily cuanto quiere por el rancho de Jack.
— Eso… vere que dice.
Dalton finalizo la llamada, pero su olfato le dijo que algo no estaba bien.
—Vayan por ella, la quiero aquí en quince minutos.



































