Capítulo 4
Margarita se preguntaba si Dalton se parecería a su padre, pues George ni una foto de su padre tenía, y nuevamente la joven se preguntó ¿Por qué su madre se enamoró de semejante idiota? Quizás y ese hombre tenía razón y la estupidez se llevaba en la sangre, después de todo, ella se había enamorado de un idiota como Luka.
La noche había caído sobre Wyoming, y el cielo estaba lleno de estrellas y no pudo evitar sentirse nerviosa y ansiosa mientras Samuel la llevaba en su camioneta por la carretera de tierra que conducía al Rancho Imperio, solo eran ellos dos, ya que los otros dos vaqueros, habían quedado reparando la puerta.
— Entonces… — dijo rompiendo con el silencio en la camioneta. — ¿Por qué el señor Dalton quiere verme? — preguntó Margarita.
— … — Samuel solo la vio por una fracción de segundo, pero no respondió, sino que siguió conduciendo en silencio.
De repente, la camioneta dobló en una curva y el Rancho Imperio se reveló ante sus ojos, la joven se quedó sin aliento mientras contemplaba la fachada del rancho.
La casa principal era una mansión de estilo colonial, con paredes de piedra caliza y ventanas de madera tallada, el techo era de tejas rojas, y una gran chimenea de piedra se alzaba en el centro de la casa, humeando suavemente y a ambos lados de la casa, se extendían alas de establo y caballerizas, con puertas de madera y ventanas de hierro forjado, los techos de las alas estaban cubiertos de tejas de pizarra, y las paredes estaban adornadas con enredaderas y flores, y como si eso no gritara lujo, dinero y poder, en el centro del patio, una fuente de mármol blanco burbujeaba suavemente, rodeada de bancos de piedra y jardines perfectamente recortados, un camino de grava conducía a la casa, flanqueado por árboles centenarios y faroles de hierro forjado.
Margarita se sintió como si hubiera entrado en un mundo diferente, el Rancho Imperio era el epítome de la opulencia y la elegancia, un lugar donde el lujo y la riqueza parecían ser la norma, mientras el maltrecho y pequeño rancho Cielo… era eso, pequeño y maltrecho.
— Tonta de mi madre. —murmuro Margarita, al comprender que Emily nunca debió a si sea mirar a George.
— Baja, al señor Morris no le agrada que lo hagan esperar.
— Pues me disculpa mi señor, pero es él quien quiere verme, no yo a él.
Rebatió la joven dando un portazo a la camioneta y Samuel sonrió con ganas, al parecer el señor Morris, volvería a tener un contrincante tan digno como Jack Harris.



































