Ciento dos

El día había avanzado a un ritmo misericordiosamente constante. Había terminado algunas reuniones, respondido lo que parecían cientos de correos electrónicos y revisado el progreso del negocio de la semana. Días ocupados como este eran una bendición disfrazada—manteniendo mi mente enfocada y mis pre...

Inicia sesión y continúa leyendo