Capítulo 118 - Castigos de la diosa

Mis rodillas tocaron el suelo. No porque quisiera inclinarme, sino porque algo mucho más grande que el dolor acababa de entrar en la habitación.

Luz. Una luz plateada cegadora.

Calor. Poder. Calma.

Apenas podía respirar. Nieve gimió suavemente en mi mente, humillada. —Está aquí, Elara. La Diosa d...

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