Capítulo 7 — ¡Embarazada de su cachorro!

POV de Blayze

Apreté más fuerte el pasador de su cabello, observando cómo el sol ascendía en el cielo. "Espera, Elara Bennett. Voy por ti."

—Mi Señor —un guardia entró corriendo, jadeando.

—¿Qué? —espeté.

—Revisé, Elara Bennett fue desterrada por su madrastra —terminó las palabras tartamudeando.

—¿Qué!? ¿Desterrada? —repetí con el corazón latiendo aceleradamente.

☆☆☆☆☆☆☆

POV de Elara

El viento aúlla entre los árboles, mordiendo los restos raídos de mi vestido mientras presiono mi espalda contra la corteza áspera de un roble antiguo. Mi respiración viene en jadeos entrecortados, cada uno superficial y agudo, mi pecho se aprieta, mientras jadeo.

Cierro los ojos con fuerza, enfocándome en el sonido de la noche, en los susurros del viento que llevan el olor de mis perseguidores.

Los lobos ninja.

Silenciosos. Mortales. Invisibles.

No puedo verlos, pero los siento. El peso de su presencia se desliza entre los árboles, sofocando el aire con una quietud inquietante y vigilante. No me están persiguiendo... aún no. Están jugando conmigo. Dejándome saber que están allí.

Esperando a que falle.

Pero no lo haré.

Mis piernas tiemblan debajo de mí, los días implacables de correr pasan factura. Cada músculo de mi cuerpo grita por descanso, mi piel raspada por ramas y piedras, mi estómago un pozo vacío de dolor. El hambre me roe, girando como una bestia enfurecida, y mi visión se vuelve borrosa en los bordes.

No puedo parar.

No pararé.

Porque si lo hago, muero.

Hace una semana, tenía un hogar... tan cruel como era. Hace una semana, tenía una identidad, un lugar, aunque fuera en el fondo de la manada.

Era Elara. Sin lobo. Una nadie.

Pero ahora, soy algo más.

Marcada. Emparejada. Desterrada.

Mis dedos se levantan hacia la piel sensible de mi cuello, rozando el lugar donde sus dientes se hundieron en mí, donde su reclamo aún ardía en mis huesos. Me estremezco ante el recuerdo, de sus labios recorriendo mi piel.

Blayze.

Su nombre es una maldición y una oración en mi mente, un peso que no puedo sacudirme sin importar cuánto corra.

Lo veo en la oscuridad detrás de mis párpados... la forma en que su cuerpo temblaba bajo mis manos, febril y desesperado. La forma en que su respiración se entrecortaba cuando susurraba mi nombre, su voz áspera, rota. La forma en que sus labios reclamaban los míos, magullados, necesitados, como si yo fuera algo sagrado.

Me había dicho a mí misma que fue un error.

Que no significó nada.

Que él no había sentido nada.

No había vínculo. No había atracción. Solo el delirio de su enfermedad, torciendo la realidad, haciéndolo confundirme con otra persona.

Había creído eso.

Pero ahora, mientras me agacho aquí entre las hojas húmedas y podridas, el corazón latiendo contra mis costillas como un tambor de guerra, siento algo completamente diferente.

Lo siento.

No solo el recuerdo de su toque. No solo el fantasma de su aroma aún aferrado a mi piel. Sino algo más.

Algo real.

Un hilo, invisible pero tangible, tirando de los bordes de mi mente.

Mi pecho se aprieta.

¿Por qué?

Un chasquido agudo resuena entre los árboles, el crujido quebradizo de una ramita bajo un pie.

Demasiado cerca.

El pánico me empuja, poniéndome en movimiento.

Empiezo a correr, llevando mi cuerpo más allá de sus límites.

Mis músculos gritan, el fuego recorriendo mis venas con cada paso agonizante. Mis pulmones arden, tragando bocanadas de aire que saben a tierra húmeda y miedo.

Los lobos ninja son más rápidos.

No los oigo, pero sé que están ahí, deslizándose entre las sombras como espectros.

Un aullido rompe la noche. Profundo. Gutural.

El sonido golpea mi pecho, enviando un terror helado a través de mis costillas.

Están cerca.

Me están cazando.

Un juego de gato y ratón. Y yo soy el ratón.

El mundo se inclina, mi visión se estrecha. Mi cuerpo me está fallando.

Tropiezo, apenas sosteniéndome contra una roca afilada. Mis dedos se clavan en la piedra rugosa, las uñas se parten mientras lucho por mantenerme en pie.

Muévete. Muévete, maldita sea.

Pero mi cuerpo no obedece.

Un suspiro tembloroso me atraviesa, y entonces...

Lo veo.

Una marca roja.

Débil pero palpitante contra la piel de mi palma. Como algo vivo bajo la superficie.

Mi respiración se detiene.

¿Qué demonios?

Mis dedos tiemblan mientras trazo el patrón en espiral, la confusión retorciéndose dentro de mí como una hoja. Nunca había visto esto antes. Nunca había oído hablar de algo así.

Y entonces...

Una parte profunda y real de mí lo sabe.

El reconocimiento me golpea, robándome el aire de los pulmones.

Una marca roja.

La marca de un lobo.

Todo dentro de mí se bloquea en su lugar, una verdad horrible e innegable se asienta sobre mí como una tormenta.

Sé lo que es esto.

Sé lo que significa.

La marca de una verdadera pareja.

Una marca que solo aparece cuando una hembra está emparejada... y lleva el hijo de su pareja.

El mundo se inclina.

Mi respiración se quiebra.

No.

No, no, no. Es imposible.

Mis manos vuelan a mi estómago, temblando.

Solo ha sido una noche.

Blayze y yo... ni siquiera éramos pareja. No había habido nada.

Excepto...

Excepto el vínculo que siento ahora. El calor inundando mi pecho, envolviendo mis costillas como cadenas invisibles. El tirón innegable.

Un sollozo se escapa de mi garganta mientras rasgo el cuello de mi vestido, tirando de él desesperadamente, necesitando pruebas.

Y ahí... sobre mi corazón...

Un tatuaje en forma de lobo.

La marca de una pareja.

Una verdad que ya no puedo negar.

—¿Blayze es mi pareja...?

Las palabras apenas son un susurro, perdido en el viento. Mis rodillas se doblan, la tierra fría se alza para encontrarme mientras me desplomo, temblando.

Pero no hay tiempo.

Una presencia se cierne sobre mí.

Oscura. Pesada. Depredadora.

Un lobo ninja emerge de las sombras, sus ojos brillantes se fijan en mí como una hoja en la garganta. Sus labios se retraen en un gruñido, colmillos brillando bajo la luz de la luna.

El hielo recorre mis venas.

Me obligo a levantarme, tambaleándome sobre mis pies.

Tengo que correr.

Tengo que sobrevivir.

Porque ahora, no solo está en juego mi vida.

Está la de su hijo. El heredero del Alfa.

Y nunca dejaré que me lo quiten.

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