Capítulo 24: La tormenta

Las palabras me envolvieron como un manto, cálido y desconocido. Mi pecho aún dolía, abierto por su fe en mí. Por un momento, me permití flotar en ello, imaginar una vida donde no era invisible.

Casi sin pensarlo, miré hacia la ventana del bar. Parte de mí esperaba encontrarlo a él—el Alfa del asce...

Inicia sesión y continúa leyendo