Capítulo 32 — Lavanda y miedo

El más suave de los golpes me despertó, seguido por el crujido de la puerta. Parpadeé contra la luz gris del amanecer que se filtraba por las cortinas. Mi cuerpo aún vibraba por sueños que no podía nombrar, mis labios hormigueaban levemente con el calor recordado.

—Buenos días, querida—la voz baja ...

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