Capítulo 40 — El peso de la verdad

La Anciana Selene se levantó lentamente de su asiento, sus ojos de obsidiana cortando la sala como cuchillas. El silencio que siguió a su movimiento fue absoluto, como si el mismo aire se inclinara bajo su voluntad.

—Hay un problema ante nosotros— comenzó, su voz baja pero resonando en cada rincón ...

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