Capítulo siete

—Cherie y yo estábamos hablando de ir al centro comercial —dice Freyja, con una mirada demasiado inocente para ser confiable—. ¿Quieres venir con nosotras?

Entrecierro los ojos. —¿Qué están tramando ustedes dos?

—¿Solo de compras? —Lo dice como una pregunta, lo cual nunca es una buena señal.

—Ajá. Claro.

—¡Palabra de scout!

—Ni siquiera fuiste scout.

—No tienes que ser scout para entender el concepto de honor.

Pongo los ojos en blanco. —Me rindo. Está bien. Pero, ¿podemos parar a comer primero? Me muero de hambre.

—¿La zona de comida del centro comercial? —ofrece.

—Eso funciona.

—¿Vamos todos? —pregunto—, ¿o es una emboscada solo para chicas?

—Yo voy —dice Justin—. No he visto mucho a Frey esta semana.

Lo dice casualmente, pero la forma en que la mira es del tipo de lealtad que hace que los autores de romance se vuelvan locos.

—¿Quieren venir? —pregunto a Addam y Nik, poniendo mi mejor cara de súplica.

Ambos gimen.

—Eso no es justo —dicen al unísono.

Sonrío. —No se supone que lo sea.

Nik me señala como si hubiera cometido un crimen. —Eres terrible.

Inclino la cabeza. —Nope. No lo soy.

Ambos chicos visiblemente lamentan estar vivos.

Addam hace una mueca. —No necesitaba esa imagen mental.

Nik gime más fuerte. —¿Lo dijiste en serio? ¿A propósito?

—Es mi cumpleaños —digo dulcemente—. Legalmente puedo ser insoportable.

—Tienes suerte de que te quiera —murmura Nik.

—Lo sé.

Suspira dramáticamente. —Está bien. Pero si me van a arrastrar al centro comercial, tú vienes conmigo.

Me jala hacia su Expedition azul cobalto del 2005.

—¿Quieres un aventón, Addam?

—Sería genial. Gracias.

Mientras salimos, Nik me lanza una mirada. —Vamos a comer primero, ¿verdad?

—Aparte de una pizza y un cupcake, solo he comido un plátano hoy.

Me da la mirada de padre decepcionado. —Sabes que necesitas más que un plátano para el desayuno.

—No fue una inanición intencional —digo.

—Nunca lo es contigo.

El estacionamiento está lleno cuando llegamos.

Esa sensación familiar de que algo anda mal regresa.

Escaneo el área, pero nada resalta.

—¿Estás bien? —pregunta Addam en voz baja.

—Sí. Solo sigo teniendo esta sensación de que alguien me está observando.

—A veces me pasa también —dice, como si intentara normalizarlo sin restarle importancia.

—Es espeluznante.

—Entonces ignoramos al acosador imaginario y celebramos tu cumpleaños —declara Nik.

Sonrío a pesar de mí misma. —Sí. No voy a dejar que algún desconocido sin rostro arruine mi día.

Freyja y Cherie nos encuentran cerca de la entrada.

—Entonces —dice Freyja, sonriendo—, ¿qué tipo de comida estamos pensando?

—El lugar mongol —digo instantáneamente.

Cherie se ríe. —Te encanta ese lugar.

—Sí. Y no me disculpo por la grandeza.

Mi teléfono suena mientras nos dirigimos a la zona de comida.

Berik: Oye cariño, necesito que tú y Freyja estén en casa a las siete para la cena de tu cumpleaños.

Yo: Oki. Se lo diré.

Guardo mi teléfono.

—¿Todo bien? —pregunta Addam.

—Sí. Solo tenemos que estar en casa a las siete.

Freyja revisa su teléfono. —Eso nos da unas tres horas.

—Tiempo de sobra —digo con cautela.

Ella sonríe como una villana con una adicción a las compras. —Tres horas nunca son suficientes.

Gimo. —Necesitas ayuda, en serio.

—De más de una manera, hermana.

Me tapo la cara con la mano. —No necesito ni quiero detalles sobre tu vida sexual.

Ella y Cherie se disuelven en risas.

Llegamos a la zona de comida, y los ojos de Freyja se fijan en mi boca.

—Te das cuenta de que tu piercing en la lengua puede atraer... atención.

Gimo. —Sabía que esto iba a ser más problemático de lo que valía.

—¿Te gusta? —pregunta Addam.

Dudo por medio segundo, luego asiento. —Sí.

—Entonces, ¿a quién le importa? —dice simplemente—. Es tu cuerpo. Haz lo que te haga sentir bien en él.

Esa frase pesa más de lo que debería.

Sonrío. —Esa es una de las razones por las que lo hice.

—¿Una de? —pregunta Nik, sospechoso.

—¿Recuerdas cuando me perforé la nariz?

Asiente.

—Mi cuerpo básicamente intentó comerse el anillo. Descubrí que rechazo la mayoría de las perforaciones. —Toco mi lengua—. Aún no entiendo por qué esta funciona.

—Podría ser por muchas cosas —dice Justin—. Genética, diferencias en los tejidos, patrones de curación.

Todos parpadeamos hacia él.

Nik lo mira. —Eso fue... inteligente.

Justin se ríe. —Puede que sea un deportista, pero, de hecho, poseo un cerebro.

Nik parece horrorizado. —No estaba- No quise-

Todos nos reímos mientras nos acercamos al mostrador mongol.

—Amigo, estoy bromeando —dice Justin—. Sé que no lo dijiste así.

Nik exhala como si le hubieran concedido la libertad condicional.

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