Todo es culpa mía

Nos quedamos allí abrazados por un rato hasta que ella se calmó, se apartó de mí separando el abrazo. Sollozó un poco tratando de despejar su nariz, y luego sus ojos hinchados y mejillas enrojecidas me miraron.

—¿Estás bien? —logré preguntar aunque sabía que era una pregunta muy tonta y que no esta...

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