Capítulo ciento ocho

Edvin entró en el salón, con los ojos fijos en mí y una expresión que me decía que había encontrado algo significativo. Mantuve su mirada, esperando, sabiendo que no vendría a mí con las manos vacías.

—¿Cómo estás? —preguntó, tratando de parecer casual y despreocupado. Caminó hacia la mesa del saló...

Inicia sesión y continúa leyendo