Capítulo ciento veinticuatro

El primer lugar al que me asignaron fue la cocina. Mi tarea era lavar los alimentos crudos antes de que fueran cocinados. Todo era muy simple, pero sentía que mi trabajo no tenía fin. Cuanto más lavaba, más había por lavar. Había hecho esto durante mucho tiempo antes de que mi loba dijera:

—Déjame ...

Inicia sesión y continúa leyendo