Capítulo ciento sesenta y ocho

El príncipe Aegan tenía una sonrisa brillante en su rostro. Su invocación había salido bien. No podría haber pedido una mejor reunión. Los cuernos del infierno habían solicitado lo más fácil para él de proporcionar. Iba a ver a su madre porque, aunque todos podían llamarla una prostituta, ella era l...

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