Capítulo ciento setenta y dos

Lady Tristan quería reír. Amaba a los gemelos y no solo porque eran sus bisnietos, sino porque tenían sentido común.

—¿Por qué no deja de llorar? —preguntó Reginald, mirando a Harriet, quien no podía dejar de llorar.

—Creo que necesita un médico, puede que esté en dolor. La gente llora cuando está...

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