Capítulo doscientos ocho

Irene tenía días buenos y días malos. Había días en los que estaba tan cansada que permanecía inconsciente todo el día. Había días en los que se sentía lo suficientemente bien como para dar un paseo. La enfermedad era realmente extraña. La cubría de pies a cabeza con placas que supuraban mucosidad e...

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