Capítulo doscientos cuarenta y nueve

Por supuesto, había un hombre lobo que venía a la mente.

—Su amante —dijeron al mismo tiempo el Rey Armand y Azrael.


Azrael encontró a su amigo mucho más tarde esa noche, cuando ya había pasado la medianoche. Observó que su amigo estaba sumido en sus pensamientos.

—¿Qué te preocupa? —le pre...

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