Capítulo trescientos once

—Eres hermosa, madre— dijo Harlin con una sonrisa mientras su madre salía de su habitación. Irvette sonrió a su hijo. Todavía le parecía surrealista poder ver a su hijo y escuchar su voz. Hubo un tiempo en que había perdido toda esperanza de ser libre o de ver el rostro de su hijo.

—Gracias, hijo— ...

Inicia sesión y continúa leyendo