Capítulo cuarenta y ocho

Las palabras de Irvette me dejaron en shock. Su rostro no mostraba ningún indicio de reconocimiento. ¿Realmente me veía tan diferente?

—¿Señora? —dije, fingiendo que la conocía por primera vez.

—Lady Irvette, espero poder conocerla —me sonrió amablemente. No era la Irvette cruel que conocí al crec...

Inicia sesión y continúa leyendo