CAPÍTULO 22

DARIUS

—Eres mía—gruñí, mi voz baja y afilada como una navaja.

—Te compré, Selene. Te poseo. Y no permitiré que nadie más siquiera piense en tocar lo que me pertenece.

—¿Ah, sí?—respondió ella, sus ojos ardiendo a pesar de la amargura en cada palabra.

—Pues felicidades, Darius—dijo con desdé...

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