CAPÍTULO 24

—No te pertenezco, Darius. No en ninguna vida. No en ninguna profecía retorcida.

Cerré el espacio entre nosotros, mi voz más baja pero no menos intensa.

—Eres mía, te guste o no.

—No me importa...

El temblor en su voz no pasó desapercibido. Pero no era miedo, era desafío alimentado por el dolor....

Inicia sesión y continúa leyendo