CAPÍTULO 35

SELENE

Sus palabras se hundieron en mí como miel envenenada, dulce pero peligrosa, dejando un rastro de fuego en cada lugar donde sus labios tocaban mi piel.

Mi pulso corría, mis pulmones no podían alcanzar el ritmo, y lo peor de todo?

Él lo sabía.

Dios, él lo sabía.

—Llámame compañero —dij...

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