Capítulo treinta y tres

—¡Suéltala, AHORA! —rugió Damien a Sinclair, con los ojos abiertos de par en par por la ira y el miedo. Cada vez que se acercaba a mí, Sinclair acercaba sus uñas a mi garganta, amenazando con envenenarme con su veneno.

—Por si no te has dado cuenta, Lucifer, no estás en posición de hacer demandas —...

Inicia sesión y continúa leyendo