Capítulo treinta y cuatro

—¡No me importa lo que tengas que hacer! ¡ENCUÉNTRALA. AHORA! —gritó Damien al grupo de hombres que tenía delante, sus ojos rojos como la sangre y rápidamente tornándose de un púrpura brillante, lo que indicaba que su temperamento solo empeoraría. Había pasado menos de una hora desde que Sinclair se...

Inicia sesión y continúa leyendo