¡El gran desafío de Eveline!

El día en que Eveline debía partir hacia el castillo, la atmósfera estaba tensa y llena de aprensión. Su padre, visiblemente preocupado, le sostenía las manos con firmeza mientras su hermana seguía desaparecida. Aric, por otro lado, temía una posible represalia del rey, pero la determinación y el coraje de Eveline parecían inquebrantables.

Aric no pudo contener su preocupación y preguntó con voz temblorosa:

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres, querida?

Eveline, con una sonrisa reconfortante, respondió:

—Padre, no hay otra opción. Pero no te preocupes, estaré bien.

Besó la frente de su padre y se dirigió hacia el carruaje.

Durante todo el viaje, Eveline sintió una mezcla de emociones. Aunque estaba decidida, la ansiedad se apoderaba de su cuerpo y mente. Era como si se estuviera preparando para enfrentar la muerte, pero sabía que no podía mostrar ninguna debilidad. Después de todo, estaba a punto de entrar en territorio desconocido, donde habitaban gigantes, y el coraje era la única arma para sobrevivir.

Después de horas de viaje, el carruaje finalmente se detuvo frente al majestuoso castillo del reino. Eveline bajó con gran curiosidad, observando todo a su alrededor con ojos atentos. Nunca había estado en esta parte de la provincia, y todo le parecía nuevo y fascinante. Observó el castillo, sus muros de piedra, torres imponentes y enormes puertas de hierro con gran admiración y respeto. Era como si pudiera sentir la historia y las leyendas que rodeaban ese lugar.

Eveline respiró hondo, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo disminuía lentamente. Sabía que a partir de ese momento, su vida cambiaría para siempre. Pero estaba lista para enfrentar cualquier desafío, por difícil que pareciera. Después de todo, ella era Eveline, una guerrera valiente y decidida, lista para luchar por lo que creía y proteger a quienes amaba.

Eveline entró al castillo y fue recibida por uno de los sirvientes, quien la condujo por enormes pasillos. Estaba encantada con la arquitectura del lugar, observando cada detalle con admiración. Las paredes eran de piedra sólida, con grandes arcos y columnas que se elevaban hasta el techo abovedado. Las ventanas eran estrechas y altas, permitiendo que la luz natural entrara en la habitación.

Finalmente, llegaron a una sala majestuosa con cortinas colgando del techo. Eveline se sintió transportada a un cuento de hadas, admirando cada detalle con fascinación. Pero su admiración fue interrumpida por la tos del sirviente.

—Debes prepararte y bajar en no más de 20 minutos. El rey y sus súbditos te esperan en el salón real para presentarte como la prometida del príncipe —dijo el hombre.

Eveline asintió, sabiendo que ya estaba lista y solo tenía que esperar la presentación. Sin embargo, el sirviente la miró de arriba abajo y añadió:

—En la cama está el vestido que usarás para la presentación. Fue elección del rey.

Eveline frunció el ceño, sin entender por qué tenía que cambiarse de ropa. Y además, el vestido claramente no era de su estilo. Respiró hondo, mirando la cama, y señaló al sirviente que se retirara.

Eveline se acercó a la cama, mirando el vestido con desconfianza. Lo levantó y sintió la textura de la tela, que era suave y delicada. Pero el estilo era completamente diferente a cualquier cosa que hubiera usado antes. Era largo y voluminoso, con una falda amplia y un corsé ajustado. La tela era de un color claro, casi blanco, adornada con bordados dorados y perlas.

Eveline suspiró, sabiendo que no tenía otra opción. Se despojó de su propia ropa y se puso el vestido elegido por el rey. Cuando se miró en el espejo, no reconoció su propia imagen. Pero sabía que necesitaba parecer confiada y segura, después de todo, estaba a punto de ser presentada como la prometida del príncipe.

Eveline respiró hondo y se dirigió al salón real, decidida a enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Al llegar a las puertas del gran salón, respiró profundamente, tratando de calmar a su manada de lobos, que parecía muy inquieta. Inhaló profundamente, tratando de percibir los olores y descubrir si había alguien conocido, pero los olores eran diferentes, solo uno captó su atención, el aroma desconocido invadió sus fosas nasales como una ola de energía. Era un aroma imponente e intoxicante, que parecía llevar todas las características del animal que lo inspiraba. Era una mezcla de musgo, tierra húmeda y un toque de madera, como si el entorno mismo se hubiera fusionado con el olor. Pero había algo más allí, algo que despertaba sus instintos más primitivos y atraía su atención hacia ese aroma específico. Era como si llevara un aura de feromonas, una sustancia química que despertaba deseo y atracción en quienes la percibían. Era un olor que quedaría grabado en la memoria de Eveline para siempre, como si hubiera sido marcada por la presencia de esa persona.

Eveline se apresuró a descubrir a quién pertenecía ese aroma que había percibido fuera del salón real. Observó las imponentes puertas de madera que separaban las diferentes habitaciones. El interior del castillo era tan majestuoso como el exterior, con paredes de piedra y tapices finamente bordados colgando de las paredes. Eveline admiraba la riqueza y sofisticación que la rodeaban.

Cuando finalmente entró en el salón real, se concentró en escuchar los sonidos al otro lado de la puerta, pero los sonidos eran bajos y casi imperceptibles. Uno de los sirvientes miró a Eveline y una sonrisa se formó en la comisura de su boca.

—No sirve de nada intentar escuchar nada —dijo el sirviente—. El rey tuvo mucho cuidado, sabiendo nuestras habilidades, creó paredes y puertas lo suficientemente gruesas como para dificultar nuestra audición. Así que no tiene sentido intentar escuchar lo que sucede dentro del salón real.

Eveline sonrió tímidamente, sabiendo que el sirviente tenía razón. Las puertas dobles se abrieron, y el enorme salón real se presentó ante ella. Respiró hondo una vez más y entró lentamente, inclinándose ante la presencia del rey. Antes de que pudiera decir algo, una voz áspera y aterradora sonó en la esquina cerca del trono.

—Te rechazo como mi compañera, Eveline Shadowbrook. Ya he elegido una compañera para estar a mi lado.

Todos quedaron impactados por la revelación, Eveline miró rápidamente hacia un lado y vio a un hombre con muletas de espaldas al salón. Inmediatamente reconoció que el aroma que había percibido afuera era del príncipe alfa. Eveline se cubrió la boca con las manos, sorprendida por lo que estaba sucediendo. El rey permaneció inmóvil, como si no le afectara. Eveline no pudo soportar tal humillación, ser rechazada frente a la alta sociedad era demasiado para ella. Algunas jóvenes se reían en secreto, pero el sonido de sus risas se podía escuchar. Eveline, abrumada por la vergüenza, dejó que su lobo tomara el control. Arya se mostró majestuosa y gruñó a algunos súbditos para que se apartaran de su camino. Sus patas apenas tocaban el suelo con la velocidad con la que salió del salón real, tratando de encontrar un lugar para esconderse y llorar sola.

Al salir del salón, Eveline se encontró en uno de los pasillos más alejados del castillo. Miró a su alrededor, viendo los tapices que adornaban las paredes y las velas que iluminaban el camino. Pero nada de eso parecía importar ahora. Se hundió en un rincón, sintiendo cómo la tristeza y la humillación se apoderaban de ella. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se preguntaba cómo había podido ser tan tonta como para pensar que el príncipe alfa podría ser su compañero. En el fondo, sabía que era imposible, pero aun así, el rechazo dolía como una puñalada en su corazón.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo