Capítulo 5 Un cambio de suerte

Samuel levantó la vista y vio a Evelyn parada en la puerta de la oficina, con la mirada perdida.

Se quitó las gafas, las dejó sobre el escritorio y dijo —Oye, ven aquí.

Evelyn salió de su ensimismamiento y se acercó. Samuel notó un pequeño corte en su tobillo, con sangre goteando.

—¿Qué pasó? —preguntó suavemente.

Evelyn siguió su mirada y vio el corte que ni siquiera había notado.

Recordó haber pisado un vidrio en la oficina de Liam.

—No es nada, solo un corte de un vidrio —dijo, sin sentir dolor.

Evelyn pensó en el habitual acto de amabilidad de Liam, dándose cuenta de que todo era falso. No lo había visto lanzar el vidrio, pero podía imaginar su furia, casi como si estuviera perdiendo el control.

De repente, pensó en el viejo Liam y sintió que era un completo hipócrita.

Viendo que estaba perdida en sus pensamientos, Samuel preguntó —¿Necesitas ayuda?

Se refería al corte en su pierna.

Evelyn esbozó una leve sonrisa —No, está bien.

No sentía ningún dolor de todos modos. La habitación se quedó en silencio por unos segundos, luego Samuel dijo —Parece que la necesitas.

Su voz era calmada y gentil, y le llegó a Evelyn profundamente; sintió una oleada de emoción.

Parecía que él la veía por completo. No solo ese pequeño corte, sino incluso cuando se desmayó por exceso de trabajo y terminó en el hospital, Liam nunca le habló así.

Él solo le decía que se recuperara rápido y volviera a hacer fragancias para él.

Viendo sus ojos enrojecidos, Samuel sacó un pañuelo y se lo entregó.

Evelyn miró el pañuelo, negro con bordados dorados, tal vez una flor. Olía a cedro. No sabía si debía tomarlo.

Pero lo hizo, y dijo suavemente —Gracias.

Desplegó el pañuelo y comenzó a limpiar la sangre de su tobillo. Por primera vez, la vista de la sangre le dio asco.

Ahora, al tocar la herida, sintió un leve dolor. Observándola, Samuel frunció un poco el ceño antes de decir suavemente —Es para tus lágrimas.

Evelyn se detuvo, con los ojos abiertos de confusión y vergüenza.

Rápidamente se dio cuenta y miró el pañuelo, ahora manchado de sangre. Pero como era negro, solo parecía mojado.

Vio un logotipo de una marca de lujo en él y casi se desmayó. Sabía que los pañuelos de esa marca costaban casi $15,000 porque el perfume que ella hacía llevaba el nombre de esa marca.

Una ola de inquietud la golpeó al darse cuenta de que había usado un pañuelo de $15,000 para limpiar la sangre de su pierna.

La habitación se volvió incómoda. Evelyn bajó la cabeza y dijo en voz baja —Lo siento, fue mi culpa. Lo reemplazaré.

La voz calmada de Samuel vino desde arriba de ella —¿Todavía te duele?

Evelyn se sorprendió y miró su tobillo. El esguince de ayer había desaparecido, pero ahora estaba cortado por el vidrio. Movió ligeramente la cabeza —Ya no duele.

Ella no sentía nada, pero entonces Samuel dijo —No quiero actuar sin tu permiso, así que ¿puedo llevarte al sofá?

Quería sostenerla, viendo el atisbo de tristeza en sus ojos.

Evelyn miró a los ojos de Samuel y se perdió por un momento. Se miraron el uno al otro, y ella notó un pequeño lunar de lágrima bajo su ojo.

Asintió. Antes de darse cuenta, el brazo de Samuel estaba bajo sus rodillas, y su otra mano estaba alrededor de su espalda, levantándola suavemente. Al siguiente segundo, estaba en el aire, rodeada por el aroma a cedro, y en los brazos de Samuel.

Él la colocó en el sofá, luego se giró para buscar un poco de ungüento y toallitas con alcohol, aplicando cuidadosamente la medicina en su herida.

Evelyn lo observaba, con la cabeza inclinada en concentración. Parecía la tarea más simple, pero Liam nunca había hecho algo así por ella. Liam siempre se había centrado en explotar su trabajo, nunca en cuidarla de esta manera.

Samuel levantó la vista y vio su expresión ligeramente aturdida —¿Qué pasa?

—Gracias, ya no duele —dijo Evelyn con una sonrisa sincera.

Samuel colocó el ungüento en la mesa y dijo —Eres mi esposa, no necesitas ser tan formal. Desde que te casaste conmigo, no importa lo que haya pasado antes, espero que no te lastimes de nuevo y que no tengas relaciones complicadas con personas de tu pasado.

Evelyn entendió lo que quería decir y rápidamente dijo —Lo prometo. No tendré ningún lazo con ellos en el futuro.

Samuel asintió —Sabes, si me caso, no planeo divorciarme. Tomo el matrimonio en serio. No sé qué piensas tú.

Evelyn prometió seriamente —Señor Whitman, no se preocupe, mientras me necesite, siempre estaré a su lado. A menos que usted termine el contrato primero.

Samuel asintió con satisfacción —Ya estamos casados, así que no necesitas llamarme Señor Whitman. No te preocupes, no terminaré el contrato.

Evelyn se sonrojó —Cariño, sabes que no puedo tolerar la infidelidad en nuestro matrimonio, ¿verdad? Si alguna vez te enamoras de otra persona, por favor dímelo. Podemos considerar el divorcio, pero no me traiciones.

Había experimentado la traición una vez y no volvería a pasar por eso.

Samuel sonrió y le dio un ligero toque en la frente, con un destello de afecto en sus ojos —No lo haré.

Mirando la sonrisa de Samuel, Evelyn se encontró momentáneamente perdida en sus pensamientos. Todavía saboreaba su seguridad de que nunca le sería infiel, nunca la traicionaría. No solo era excepcionalmente inteligente en los negocios, sino que su apariencia también superaba la de la mayoría de los hombres. En ese momento, Evelyn sintió como si su suerte finalmente hubiera comenzado a cambiar.

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