32. Consumidos

Atenea apenas podía respirar cuando sintió el orgasmo como un azote doloroso por el mordisco de Valentino en su clítoris. Gimió sonoramente, apretando los dientes y las sábanas de la cama. Abrió los ojos ligeramente para encontrarse con el rostro ensombrecido del hombre, contemplándolo, haciendo tod...

Inicia sesión y continúa leyendo