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Pasaron días desde la emboscada en el almacén, y en ese tiempo, Eira y yo encontramos un pequeño terreno en el cual pararnos. Desigual, agrietado, pero real.

Hablamos. Gritamos. Ella lloró. Yo escuché. Me disculpé. No arreglamos todo, pero por los dioses, finalmente estábamos intentándolo. Y prefer...

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