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La lluvia no había parado desde el anochecer.

No era del tipo suave tampoco. Caía en cortinas, fría y pesada, convirtiendo el pavimento agrietado en un río de inmundicia y pecados olvidados. Me ajusté la capucha sobre la cabeza y esquivé un charco que brillaba con reflejos de farolas y traición.

M...

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