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Las paredes de la enfermería eran demasiado blancas.

Demasiado estériles. Demasiado silenciosas.

Nada parecido al campo de batalla de susurros y traición que rugía justo más allá de sus puertas reforzadas.

Estaba sentada apoyada contra el cabecero de la camilla, las costillas vendadas fuertemente,...

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